La medicina hecha ternura
Por Dailenis Guerra Pérez/RL
Colmada de afecto, sencilla, humilde, dulce y a la vez intransigente, llega la mujer cubana a ocupar un lugar cimero en la contienda contra la covid-19. Su sensibilidad, pureza y ternura desandan la comunidad, ofreciendo paz con solo un gesto.
Pueden ser más lentas al andar, pero su verso tierno es el motor que impulsa a los barrios. Con su ejemplo delicado convocan a superar desafíos. Son las que estremecen a la enfermedad al estar en la vanguardia, las que solo el nombre las convierte en orgullo.
Son las sensibles que brotan el sentimiento por los ojos a la hora del aplauso. Las que después de recibir un beso del hijo, dan la espalda a sabiendas que no regresarán en mucho tiempo.
Hay mujeres que se vuelven inmensidad ante la enfermedad, rescatando vidas y ofreciendo aliento. Encerradas por un cristal, acarician la muerte para calmar su soberbia. Son grandes al permanecer junto a los hombres, sintiendo los mismos pasos, brindando salud.
Las cubanas siempre hacen más de lo que se quería, incluso en medio de la pandemia. Allí están, incitando al orden y la disciplina. Están en los puestos de defensa lejos de casa, o se aferran ante la máquina de coser para hacer nasobucos a los demás.
Son las mujeres madres épicas, las que dejan el hogar y velan en otra casa por los nietos, mientras la mente se perturba por la hija doctora que trabaja en el centro de aislamiento.
Pero se engrandece cuando ofrece la mano y calma tempestades, limpia y cocina para el prójimo o le ofrece un gesto de ilusión y fuerza al convaleciente; cuando resiste si piensa que desfallecerá. Así ha sido la mujer cubana siempre, heroica ante una pandemia, volviéndose aliento, fuerza sin pavor alguno y ofreciendo amor como luz de sol.
Foto de portada tomada de Cubanos en UK