La Revolución Cubana y el fin del equilibrio

Por Gabriela Cultelli y HƩctor Tajam.

Todo libro que se precie de serio, y recoja de una u otra forma los sucesos de nuestro continente y el mundo, hablarÔ reiteradamente de la Revolución Cubana entrando en aquella heroica década de los años 60 en que de alguna manera hicimos, aquí y allÔ, con mÔs o menos fuerza, tambalear las simientes del sistema.

Ya desde mediados de los 50 habĆ­an cambiado las condiciones internacionales, los paĆ­ses centrales se recuperaron de la guerra y posguerra mundial y habĆ­a finalizado la guerra de Corea. En particular, fueron desapareciendo los buenos precios para nuestras exportaciones. La incidencia de los intereses de EE. UU. en el Ć”rea, tanto en su actividad productiva como financiera, impuso a los organismos de crĆ©dito internacional (FMI) creados en la posguerra. Fueron tiempos de expansión económica del sistema capitalista sin precedentes. Comenzaron los tiempos de la guerra frĆ­a. Se sucedió la conformación, avance y conflicto del bloque socialista. El llamado tercer mundo se hallaba en luchas sociales internas constantes donde las guerras de guerrillas se tornaron caracterĆ­sticas. La guerra de Vietnam, la Revolución cubana, golpes militares (Brasil y Bolivia, 1964), las guerrillas del Che y Camilo Torres, entre otras, la rebelión estudiantil de 1968 y 1969 (mayo del 68 en ParĆ­s, ā€œotoƱo calienteā€ en Italia del 69 y mĆ”s), fueron todos componentes de una Ć©poca sumamente particular.

En Uruguay, pasada la segunda mitad del siglo XX comenzarĆ­a el perĆ­odo de estancamiento económico mĆ”s largo de la historia. Los tiempos de ā€œbonanzaā€ internacional conllevaron a ocultar o posponer en el tiempo, caracterĆ­sticas económicas estructurales que se comportarĆ­an como telón de fondo de la crisis. Y asĆ­ fue como las pujas de los sectores dominantes por mantener sus expectativas de ganancias desatarĆ­an, ante el proceso de estancamiento y deterioro de los tĆ©rminos de intercambio, el fenómeno inflacionario. Con Ć©l, el deterioro del ingreso per cĆ”pita y salarial, que aunado a la desocupación y el empobrecimiento de las mayorĆ­as, serĆ­an factores internos del auge de las luchas de clase.

Aquella crisis convirtió a Uruguay en una pradera seca y la Revolución cubana pudo ser la chispa que avivara la llama. La irrupción sorpresiva para muchos fuera de sus fronteras, el altruismo de aquellos y aquellas jóvenes, destacaban a una isla del Caribe, la mayor de las Antillas, como germen de sueños libertarios. La manera diferente de hacer los cambios y los propios cambios permanentes, se impregnaban en el mundo y el continente, llegando a todos los rincones y esperanzando a los mÔs humildes, sin dudas los mÔs golpeados por la crisis.

El Movimiento 26 de julio fue singular, atĆ­pico, novedoso, pero sobre todo victorioso, ā€œllevó la estrategia guerrillera a las primeras pĆ”ginas de los periódicos del mundo entero: la Revolución que se apoderó de la isla caribeƱa de Cuba el 1 de enero de 1959ā€.Ā AllĆ­ se cambió hasta la propia concepción de la guerrilla, tĆ©rmino que irrumpirĆ­a en el accionar revolucionario como oportunidad nueva para los pueblos y sus viejas aspiraciones libertarias, a esas alturas ya anticapitalistas y sobre todo, antimperialistas. MĆ”s que resistente o partisanos y partisanas, las nuevas formas tomaban el cielo por asalto. Pocas experiencias, como la de Prestes en el Brasil de los aƱos 20 o Sandino en la Nicaragua del 27 al 33, y sin mayores victorias habĆ­an quedado en el pasado del continente, que despertaba nuevamente con alternativas renovadas y posibles. Eran como pequeƱas llamas decolonizantes que se prendĆ­an no solo en la AmĆ©rica Latina, sino tambiĆ©n en el Ɓfrica y el mundo joven e irreverente de los 60.

No solo la mayoría de las y los cubanos vivieron la victoria del Ejército Rebelde como un momento de liberación y esperanzas, sino el resto del continente, y aquella figura especialmente carismÔtica, aquel joven comandante, se alzó como ningún otro con su liderazgo desde su modesto uniforme de campaña. ¿Dónde nos llevaría? Sin lugar a dudas a un lugar mejor.

La Reforma Agraria, cuya primera experiencia en estas tierras habĆ­a sido la de Artigas y aquella consigna suya de que ā€œlos mĆ”s infelices sean los mĆ”s privilegiadosā€, fue un hecho desde los primeros meses de la Revolución cubana (mayo de 1959 y 1961). Fueron las luchas que en tal sentido se habĆ­an consagrado previamente en MĆ©xico (1910), Bolivia (1952) u otros paĆ­ses en diversos momentos históricos (Guatemala, Chile, PerĆŗ, Nicaragua y El Salvador) y cuyo clamor llegara a lo mĆ”s alto de la cultura popular. Lo expuesto, por mencionar una de las medidas que hizo realidad el proceso cubano, tan ambicionadas por los pueblos del continente.

En el Uruguay, la respuesta popular y solidaria fue inmediata, y sirvió al mismo tiempo como experiencia de actividad unitaria para las luchas que se venĆ­an desarrollando en nuestro propio pueblo. La Revolución cubana era de todos y todas, nos unĆ­a. En agosto de 1961 vino el Che a una reunión en Punta del Este, y luego nuestra Universidad prestó su Paraninfo para el encuentro. Al poco tiempo, un delegado caƱero expresaba en acto pĆŗblico que ā€œla mejor ayuda que podĆ­a prestarse a la Revolución cubana era realizar la Revolución en Uruguayā€.Ā Las manifestaciones, los actos y actividades solidarios fueron mĆŗltiples y se mantuvieron a lo largo de los aƱos.

AdemÔs, las hazañas y los triunfos de los Comandantes Fidel Castro y el Che, nos tenían deslumbrados. La Revolución Cubana influyó mucho en nosotros. Nada menos que demostró que la Revolución era posible en nuestros países subdesarrollados y dependientes. Pero también despertó al enemigo, le abrió demasiado los ojos, lo puso en guardia y lo condujo a prepararse para la contrarrevolución.

Así ilustraba lo vivido en toda su dialéctica, Andrés Cultelli, reviviendo aquellos tiempos en su memoria algunos años después.

Es que nuevas fuerzas sociales aparecieron en aquel contexto, representadas por el sindicalismo en auge, los nuevos partidos y organizaciones populares, movimientos armados como el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), la unidad de las fuerzas populares en el Congreso del Pueblo y la creación de la CNT (Central Nacional de Trabajadores), mÔs la fundación del Frente Amplio en 1971. Opuestamente, ocurriría la irrupción de las Fuerzas Armadas y el advenimiento de un período represivo, como trÔnsito hacia otro dictatorial tras el golpe de estado de 1973.

En aquellos primeros aƱos, no sabĆ­amos aĆŗn que Ć­bamos a merecer tanta solidaridad desde la tan querida Revolución caribeƱa, salvando vidas en los duros aƱos de dictadura y exilio, o despuĆ©s con mĆ”s de 100 mil operaciones de ojos, mĆ”s de 100 uruguayos que volvieron a ver gracias a la colaboración mĆ©dica cubana, o los tantos miles que con el programa ā€œEn el PaĆ­s de Varela: Yo sĆ­ puedoā€ consiguieron el elemental derecho de saber leer y escribir.

Hoy Uruguay viene de 15 aƱos de gobiernos frenteamplistas y una derrota a fines de 2019 que va mucho mĆ”s allĆ” de una contienda electoral. Fue una ilusión de pueblo que, como antes, pudo ser, pero no llegó. La pregunta es la misma que se hacĆ­a el compaƱero Eleuterio (Ƒato) FernĆ”ndez HuidobroĀ aƱos atrĆ”s: ā€œĀæQuĆ© nos queda si dejamos estrangular a Cuba? ĀæEmpezar de nuevo en AmĆ©rica Latina?ā€.Ā Cuba no estĆ” sola, la tarea es de orden, es de ayer, de hoy y de maƱana, y no permite espera.

Tomado de La Jiribilla/ Foto de portada: Foto: Irene PƩrez/ Archivo Cubadebate.

cubaenresumen

CorresponsalĆ­a en Cuba de Resumen Latinoamericano

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